CONTRASTES
La noche llegó con una tempestad de inquietudes. Siempre la muerte me aterra, y ver a un ser querido en momentos de dolor me destruía por dentro. No deseaba comer, y si la forzaba a tragar algún alimento, no lo retenía.
Era necesario llevarla al veterinario. Ya tenía nueve años y hasta el momento mostró ser muy saludable, ágil, juguetona, amorosa.
Es como una hija para mí. Le permito a China lo que no le permito a nadie: besarme la cara, lamerme los brazos y meter su cabecita entre mis pernas.
La clínica era excelente, nos hicieron pasar a una inmaculada sala de espera, me llamaron para llenarle un expediente. Recibí un regaño del enfermero cuando informé que nunca la había vacunado de nada. La pesaron en una gran balanza. Solo pesaba 42 libras, siempre pensé que pesaba más.
Llegó el doctor y por los síntomas me informó que China padecía de una severa infección del útero. Tenía que extraerlo, no sin antes someterla a un sonograma que le practicó en mi presencia, dándome detalles de la imagen radiológica que aparecía en un monitor electrónico.
Mientras todo esto ocurría, mi mente se trasportaba a esos paises en guerra del Medio Oriente, veo las madres con sus niños correr con ellos para protegerlos de los bombardeos. Veo en sus rostros el terror, el hambre, la sed, el dolor.
Me transporto a esos vecindarios en países de extrema pobreza y sufro, sufro en carne propia la miseria de esas gentes.
Mi dolor era grande, pero a la vez me decía: mi perrita es afortunada, la amo, la cuido, y este lugar es la envidia de muchos hospitales para humanos en muchos paises. Sentí vergüenza ajena.
El alma se angustiaba de impotencia por no tener en mis manos la capacidad para cambiar los contrastes de bienestar en este mundo maltrecho en que me ha tocado vivir.
Hoy me han llamado para ir a buscar a China al ¨Animal Medical Hospital¨, la dan de alta luego de dos días hospitalizada, y ahora la China no tiene útero, pero está feliz de verme.
Sospecho que me extrañó mucho, nos amamos, y en mi rostro y su carita perruna se leía el júbilo general.
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